Pecados
-¿No te importa que sea pecado?-le pregunté a Candelaria.
-No-sollozó-una vez que me hube salido con lo mia voy y me confieso.
-¡Bonita religión!
-No sirve-gimió-antes de venir aquí probé haciendo promesas a cuanto santo me recomendaban. Desollé mis rodillas frente a San Antonio y he ido caminando a cada lugar donde me decían que se había aparecido una virgen sin resultado alguno. ¿Que consejo me darían sus dioses?
-¿Mis dioses? Ellos no prometen nada de lo que asegura tu dios. Nada de lo que puedan decirte mis dioses te interesaría pues no pueden darte lo que tu deseas.
-¿Y que cree que deseo, hechicera?
-A ese hombre para siempre. Es decir: que se enamore de ti, que se case contigo y tener con él descendencia. Todo eso pretendes y eso mis dioses no te pueden dar.
-Si, es cierto, quiero eso-meditó un instante y preguntó ansiosa-¿que me pueden dar tus dioses?
-Una noche con ese hombre-le contesté-y luego tal vez otra, o tal vez no. Pero tal vez si y tal vez otra noche mas . . .O algunos días mas, con sus tardes y sus noches. Puede que la muerte te encuentre de anciana en brazos de ese mismo hombre como también puede ser que esa noche, la que te ofrecen mis dioses, sea la primera y última vez que se toquen.
-Entonces no quiero lo que ellos me ofrecen.