Uuhh, loco . . .

viernes, febrero 3

Les presento a una amiga: Victoria

Victoria es amiga mia desde los 5 años. De esa clase de amiga que es como tu hermana. Fuímos juntas al colegio y doy fe que era abanderada sin ser una traga (en esa época no se era nerd). Después se recibió de bióloga con un promedio imposible. Trabajo investigando para la UBA varios años. Su sueldo era menor al mio (que trabajaba de secretaria) y el presupuesto que tenía para investigación era menor al que yo tenía para artículos de librería. No paró de frustrarse al ver que hasta su propio perfeccionamiento estaba obstaculizado seriamente por el sistema, mientras la tentaban de todas partes del mundo ofreciéndole multiplicado todo lo que en Argentina le era negado. No sin tristeza decidió aceptar una oportunidad que hubiese sido ideal sino era en España. Y se me fue a principios del 2002. Allá estuvo nostálgica y a veces triste aunque su vida profesional era completamente exitosa y brillante: hasta fue convocada por la UNESCO para el Congreso Anual de Biología como representante del país. Cada una de sus investigaciones fueron premiadas y publicadas. Ahora vuelve. Y acá ganamos todos porque vuelve con un puesto mas acorde a sus facultades: será investigadora del CONICET. Yo les quería mostrar este texto en donde explica porque no se puede quedar mas tiempo fuera Argentina. Se los quería mostrar porque ella va a trabajar para todos nosotros y para envanecerme del enorme corazón de MI AMIGA. Leanlo: los reconciliará con el mundo.

Volver con la frente bien alta
Por Victoria

Día de reyes. Y eso, en España representa un feriado y una fiesta para toda la familia. En la víspera, los reyes magos se pasean por las calles principales de las grandes ciudades y de cada pueblo, repartiendo caramelos para la alegría de grandes y pequeños. Si hasta los telediarios hablan en clave para que, si hay un niño mirando, no pierda la ilusión de creer que los reyes magos existen y traen regalos que ponen en los zapatitos de cada miembro de la familia.

Un día de fiesta. Un día tradicional. Hasta mucho más tradicional que la navidad, una fiesta en la que la gente no se da regalos o, al menos, no todo el mundo. Sin embargo, cada vez más, una nueva costumbre de dar regalos en navidad poco a poco se va imponiendo en España. Llega de la mano de Santa Clauses que trepan por los balcones o se introducen por las chimeneas desde los confines del imperio yanki.

Dicen que no hay nada nuevo bajo el sol. Y así como hoy vemos las ruinas de los romanos hasta en los lugares más insólitos, si no fuera porque el plástico no fosiliza, en mil años, nuestros descendientes –si es que todavía viven- verían la basura importada de una cultura decadente e invasiva.

Ojalá cada año los niños españoles puedan seguir disfrutando de una caravana tan tradicional como la de reyes…Y ojalá que no se enojen con los reyes al descubrir que no les trajeron el MP3, la playstation o el modelo de móvil que pedían, como si cualquier otra cosa fuera despreciable. ¡Qué triste que un regalo se haya convertido en exigencia…!

Estas son algunas de las pequeñas cosas que me hacen volver. No quiero que lo verdaderamente importante pierda su valor, frente a monolitos de plástico que tienen la vida media justa para estimular el “tire y renueve”, o el “tire y modernícese”. Tal vez, estoy idealizando mucho lo que todavía se preserva en países como el mío, donde todavía –creo- no hemos llegado a esta masificación de la exigencia. Son muchos los que viven con ansia de una vida mejor, creyendo que “lo mejor” pasa por el acceso al consumo de todas estas cosas. Confío en que todavía quedan otros valores, para mi, mucho más importantes. Confío en que la convivencia con la pobreza, hace que -al menos- por vergüenza, intentemos no consumir tanta basura.

Aquí, en España, es fácil vivir al margen de la pobreza, porque la miseria y la guerra están muy lejos de la civilización. Porque sólo la miramos por TV. Y la televisión, es siempre un colchón que amortigua la realidad y nos invita a suavizarla con un poco de ficción. ¡Claro! Los medios de comunicación, siempre son sensacionalistas y exagerados, nos decimos. Y nos quedamos “tan anchos”. Y nos sentimos orgullosos de apadrinar a un niño en Sudamérica, África o Asia, expiando así –por tan solo unos 10 euros al mes- un consumo que asciende a 1000 euros mensuales de cañas, tapas, CDs, libros, escapadas de fin de semana, ropa de moda y tecnología de punta. ¿Cuántos niños deberíamos apadrinar para que el balance fuera justo?

Pero, nuestra cultura da para todo. Siempre hay una justificación para todo. ¡Es que son países corruptos! ¡Es que se dejan robar! ¡Es que no quieren trabajar! Creyendo que “porque somos nosotros” nos merecemos haber tenido un país más justo, una educación en el esfuerzo y unas oportunidades de progreso. ¿Y si hubiésemos nacido en otro lado del mundo… cuáles serían nuestros valores? ¿Cómo mira el mundo una persona que viene de una familia hundida en la pobreza desde hace generaciones? Ah! Claro, siempre hay un Etoo, un Carliños Braun o un Maradona, que alcanzan el éxito y que aseguran que el postulado se siga cumpliendo: “Si quieren, pueden”. Y de manera implícita están diciendo: “Como no quieren, no pueden”. Y nos quedamos tan tranquilos porque “el bien siempre triunfa” y porque “cada uno tiene lo que se merece”, como si a la hora de recibir herramientas, todos hubiéramos recibido el mismo kit.

Por eso, y por algunas cosas más, quiero volver a mi país. Porque si bien todo esto que denuncio allí también existe, la simple convivencia más o menos cercana con otros mundos, hace que nuestra vida sea más real y que podamos elegir no vivir en una burbuja. Porque es eso: no quiero vivir más en una burbuja y mirar la realidad por TV al calor de toneladas de anestesia.

“Él mismo tiene medio cuerpo metido en el molde y lo sabe (…). Pero, ese saber es activo y no la resignación del que marca el paso. Con su mano libre se abofetea la cara la mayor parte del día, y en los momentos libres abofetea la de los demás, que se lo retribuyen por triplicado” Julio Cortázar, Rayuela.

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